Don Pío Asuaga

Relojero don Pío ASuaga
Artículo del diario Pueblo, publicado el 31 de Diciembre de 1959; (Fuente de la imagen: Biblioteca Virtual de Prensa Histórica)

Una de las aficiones más recomendables para aquellos, que como un servidor, somos dados a la lectura, es la de leer viejos periódicos. A menudo dicen cosas más interesantes que los del día. En este caso, se muestra – para quien pueda interesar – un artículo publicado el último día del año 1959 en el diario Pueblo. Periódico que dirigió durante años Emilio Romero.

Trata el artículo sobre el relojero que atendía por aquellas fechas el Reloj de Gobernación, popularmente conocido como el reloj de la Puerta del Sol: Don Pío Asuaga; siendo el autor de la reseña sobre tan singular máquina del medir el tiempo, Estanislao Medina García (1934 – 2021), más conocido como Tico Medina.

Reloj de la Puerta del Sol
Reloj de Gobernación; reloj de la Puerta del Sol

El “médico” del reloj de la Puerta del Sol es don Pío Asuaga.

Por Tico Medina

Al reloj de “la bola” durante la guerra, un obús le rompió las cuatro esferas.

(Fuente del artículo: Diario Pueblo; Biblioteca Virtual de Prensa Histórica)

Todos los años por estas fechas, dentro del rito de “las doce campanadas del reloj de la Puerta del Sol”, aparece en los periódicos españoles la silueta de esa torreclla archipopular del reloj de “la bola”.

La máquina es conocida. Pero ¿quién es el hombre que la cuida, que la maneja, que la acaricia, que la garantiza?.

A espaldas de la calle de San Bernardo, vive en un piso singular, lleno de silencio y de máquinas para medir el tiempo, don Pío Asuaga, el relojero, el médico del de la Puerta del Sol. Hace una pausa en su trabajo para hablar con el periodista. Gracias a Dios hemos llegado a tiempo, en el momento justo, sin retraso. Cuando atravesamos la puerta de entrada, el relojero saca el suyo del bolsillo, y dice: – Eso está bien.

El señor Asuaga es alto, delgado, y no luce corbata. Lleva el cuello abrochado, y está inclinado, con el pequeño anteojo sobre la entraña palpitante de un “corazón suizo”.

– ¿El de la Puerta del Sol? Es un reloj Losada. Me paso cuatro o cinco meses sin ponerlo en hora. Sólo cuando la temperatura cambia, cuando adivina una nueva estación del año, el reloj cambia también cuatro o cinco segundos a la semana.

De tradición relojera, los Asuaga están unidos a la historia del de “la bola” desde hace muchísimos años. El actual “médico de la hora” ha sucedido a su tío, un catalán excepcional en lo que se refiere a esta materia.

– Durante la guerra un obús atravesó la torre y el armario, pero nada le ocurrió de trascendental al Losada.

Relojero Puerta del Sol
Diario Pueblo; (Fuente de la imagen: BIblioteca Virtual de Prensa Histórica)

Todos los lunes y viernes, desde hace muchísimos años, el señor Asuaga visita a las once de la mañana – ni un minuto más ni un minuto menos – el reloj del antiguo edificio de Gobernación. Se asoma a los armarios, sube y baja las escalerillas de la torreta, repasa las esferas – “José Rodríguez de Losada. Villa y Corte de Madrid – y cronometra con el suyo de bolsillo, un Patthé Philippe [grafía original que aparece en el artículo de la marca Patek Philippe], valorado en más de ocho mil pesetas.

– Jamás he llevado un reloj de pulsera. El de la Puerta del Sol no me da mucho trabajo. Es bueno. Mucho más trabajo me dan ese millar de aparatos que tengo a mi cuidado todos los meses.

Tres campanas tiene el Losada. Cuando cayó el obús en la Mayor – el 4 de septiembre de 1936 – se rompieron también las cuatro esferas.

Una serie de pequeños aparatos electrónicos dan esa calidad de cronómetro a nuestro primer reloj. La torreta está hecha de escayola y yeso, y en sus dos visitas semanales, el relojero mayor lleva consigo algo fundamental: un aceite especial para relojería, que es la verdadera sangre, el auténtico laxante de los relojes.

– Hay, dentro de la torreta, un técnico, al servicio también diario, del Losada, y un micrófono de Radio Nacional de España.

Termina la visita. Este hombre cortés, discreto, elegante en su precisión, mira a su reloj de bolsillo. Tiene algunas cosas que hacer. También él ha comprado sus uvas, para tomarlas esta noche al compás del “tic-tac” del corazón de su hijo mecánico preferido.

Cuando salimos de casa son las seis, diecinueve minutos y diez segundos. En el reloj de bolsillo del señor Asuaga. Y en el reloj de la Puerta del Sol, de Madrid.

TICO MEDINA

(Fotos  Verdugo)