A sus 94 años, Antoine Lange sigue reparando relojes Morbier. En un valle del cantón de Valais se encuentra el taller, en el que desde hace 50 años se dedica a lo que sigue siendo su pasión: reparar viejos relojes morbier.
«Me apasionan tanto estos relojes – nos dice – que podría comprar ejemplares inservibles sólo por el placer de repararlos».
De joven trabajó, al igual que sus padres y sus hermanos, en las labores del campo. «Era un trabajo muy duro – recuerda – que requería una constitución fuerte que yo no tenía». A la edad de 17 años, tras pasar seis meses en un hospital, y con una pierna acortada, tuvo que cambiar de trabajo.
En los años 60, junto a su mujer y su familia política, fue propietario de una tienda de relojería en Troistorrents y Morgins en el suroeste de Suiza. En su tienda vendían relojes morbier.
En un principio aprendió a trabajar el cuero. Se dedicó a fabricar correas de cuero para relojes de pulsera. En unos años vendió 6000 correas a 5 francos cada una; pero poco a poco, los relojes morbier fueron ocupando todo su tiempo.
Aprendió a reparar los relojes Morbier de forma autodidacta, leyendo libros de relojería y anotando en sus cuadernos las observaciones que iba haciendo. Ha reparado más de 900 relojes, que tras pasar por sus manos han vuelto al estado de marcha.
Fuente consultada: Magazine L’Illustré
Antoine Lange en su taller
Fuente del video: canal de Youtuve Passe-moi les jumelles
https://www.youtube.com/watch?v=bPEKBrvs2JU&t=813s