La lectura nos ayudará a entender mejor este y otros mundos. Algunas lecturas, claro, no todas, que en la buena elección de lo que se lee está la clave. Los libros de Joseph Roth (1894 – 1939) siempre son una buena elección.
“Judios errantes”, Joseph Roth, (El Acantilado, 2008):
[…] “Pero Dios no se había olvidado de el. Y lo envió a la emigración: pena apropiada para los judíos… y para los demás. Para que no olviden que nada en este mundo es permanente, y la patria tampoco; y que nuestra vida es efímera, más efímera aún que la de los elefantes, los cocodrilos y los cuervos. Hasta los papagayos son más longevos que nosotros”. […]
[…] “Nadie ama a los infelices, ni siquiera a sus compañeros más próximos, los desdichados; sólo son amados por los piadosos y los santos, a los que en este mundo “plebeyizado” se desprecia tanto como a los judíos”. […]
[…] “En lo más tierno de su infancia, el niño judío comienza en Alemania su siniestra peregrinación desde la natural confianza , propia del alma infantil, hacia el miedo, el odio, el extrañamiento y la desconfianza. Peregrina a lo largo de los bancos de la escuela, desde el primero hasta el último, e incluso cuando se ha posesionado de su sitio, le parece estar peregrinando. Se peregrina de una ley de Nuremberg a otra. Se peregrina de un quiosco a otro, como si se tuviera la esperanza de que en los periódicos fueran puestas un día a la venta las verdades. Se peregrina hacia ese peligroso y opiáceo dicho que reza: “!Todo tiene su fin!” y no se tiene presente que uno mismo terminará probablemente antes. Se camina …, no, se van dando tumbos hacia esta ridícula esperanza: “¡Las cosas no saldrán tan mal!”, cuando tal esperanza no es sino una corrupción moral”. […]
Reseña
(Fuente: Contraportada de la edición de El Acantilado de 2008)
“En este ensayo, que se ha convertido en referencia obligada, Joseph Roth perfila el dibujo íntimo , no siempre exento de ironía, de los judíos del Este de Europa, un pueblo que a la sazón se convirtió, a través de dolorosas migraciones, en uno de los fermentos constitutivos de lo que hoy llamamos Occidente. Sobre este extraordinario libro, entre recuerdos de ciudades y fiestas, de rabinos milagreros y casas de oración, entre imágenes del Este y de Viena, Berlín, París o Nueva York, flota la añoranza de un mundo, de una estructura religiosa perdida y también de una imagen de Europa que desapareció con la caída de los Habsburgo”.