El Jura. Los valles relojeros. Herencia de la antigua metalurgia.

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Las enciclopedias parecen ser una especie en extinción. Son obras monumentales en papel impreso que parece que ya no interesan a casi nadie. Ni los libreros de viejo, siempre ávidos en comprar libros para vender a sus clientes, suelen tener interés en ellas. El siguiente texto se ha extraído de una excelente enciclopedia: la Geografía Universal Larouse, publicada por Editorial Planeta en 1966. En el fragmento que se reproduce, se habla de los valles relojeros del Jura suizo.

El Jura. Los valles relojeros.

Herencia de la antigua metalurgia

Fuente: Geografía Universal Larousse.

Obra publicada bajo la dirección de Pierre Deffontaines (Director honorario del Instituto Francés de Barcelona, catedrático de la Universidad de Montpellier, “Agregé” de Historia y de Geografía, Doctor en Letras).

Con la colaboración de Mariel Jean-Brunhes Delamarre y la supervisión para la versión castellana, del profesor Ernesto Reguera Sierra, de la Academia Argentina de Geografía y del Instituto Geográfico Militar Argentino.

EDITORIAL PLANETA, S.A. , 1966

Industria suiza
(Fuente de la imagen: Geografía Universal Larouse, Editorial Planeta, 1966)

El Jura pertenece , casi en su totalidad a la Suiza occidental francesa. En Vaud y Neuchâtel, el Jura alcanza, al igual que el valle de Saint-Imier y el Chaseral (parte sur del Jura bernés), una altitud media de 1000 m, contra 750 y 500 m más al norte. La cadena desciende, pues, a partir del sur, al tiempo que se modifican su morfología, su economía, y hasta su geografía lingüística.

Los pliegues del Jura culminan en el monte Tendre (1683 m) y se extienden del sudoeste al noroeste, según una orientación que constituye una de las características de la región. El Jura, montaña húmeda y fresca, se halla cubierta de espesa arboleda; está más dedicada a la ganadería y a la industria lechera, que a la agricultura. Sin embargo, es la industria relojera la que caracteriza su actividad. El reloj, en cuyo precio el coste de la mano de obra representa las dos terceras partes, es la producción que, por excelencia, ocupa la parte superior de la cadena. Esta especialización da rasgos propios al ambiente de la comarca. Las fábricas son atrayentes y ampliamente iluminadas; numerosas y por lo tanto, pequeñas, no restan belleza al paisaje natural. El obrero relojero, uno de los mejor remunerados del país, manifiesta gustos acordes con sus medios y aptitudes; se explica así la intensa actividad cultural de las ciudades del Jura y la partida en masa, en la época de las “vacaciones relojeras”, de toda una población al extranjero.

Le Locle horlogerie
Taller de relojería en Le Locle, Cantón de Neuchâtel. (Fot. Max. F. Chiffelle, Rapho.)

Los grandes valles relojeros se inician con el Travers. En 1752 había menos de 500 relojeros en las montañas de Neuchâtel; a finales del siglo XVIII se contaban 4000, de los cuales 1000 pertenecían a la Chaux–de-Fonds. En 1941, de las 53500 personas consagradas, en toda Suiza, a la industria relojera y a la joyería, 12000 (cerca de 15000 en 1961) pertenecían al cantón. En el valle de Travers, entre los 6200 habitantes de Fleurier y de Couvet, sólo se cuentan 150 agricultores. En Le Locle y La Chaux-de-Fonds, la relojería ha determinado el nacimiento de ciudades en plena montaña. A mediados del siglo XV, Le Locle agrupaba 260 habitantes, aumentados a casi 8000 en 1850 y a algo más de 13500 en 1960, de los cuales 3000, la cuarta parte, trabajan en la relojería. En 1656, la aldea de La Chaux-de-Fonds contaba solo un millar de habitantes; en cambio, en 1850 tenía13268, y 38906 en 1960. Su trazado en forma de damero, sus altas casas de paredes desnudas, escalonadas sobre el flanco soleado del valle hasta una altura de 1070 m, le confieren un cierto aire de vivir una aventura. Sin embargo, en 1950, unos 12000 habitantes de la región (un tercio aproximadamente de la población), trabajaban en la industria y de ellos unos 7400 en la relojería.

Reloj Neuchâtel
Reloj neuchatelino
Reloj suizo antiguo
Reloj neuchatelino; vista posterior

Al norte de Val Saint-Imier, disminuye la altura y aparecen las mesetas. A través del Jura, ahora enteramente suizo, numerosos pasos comunican a Basilea con la Región Media. Esta relativa facilidad en las comunicaciones explica la difusión de las lenguas germánicas en el extremo norte de la región. El Jura septentrional concede un lugar importante, junto a la relojería, a la industria del papel y a la metalurgia. En 1840, las cuencas del Birse y del Dünnern reunían la mitad de los altos hornos de Suiza, y, veinte años después, agrupaban cinco sobre un total de ocho.

Esta especialización tuvo su origen en la explotación del mineral de hierro de la cuenca de Delémont. Desde que Suiza abandonó, prácticamente, la elaboración de hierro fundido, su siderurgia (convertida en siderurgia de segunda fusión), se desplazó hacia el País Medio, donde la hemos visto ya en Gerlafingen. A los antiguos altos hornos han sucedido fundiciones y talleres mecánicos en Delémont, Rondez, Bassecourt, Courfaivre, Klus y Reconvillier.

mecanismo cartel
Mecanismo de un cartel suizo

A los valles industrializados y poblados del Jura septentrional se oponen las campiñas descubiertas de la meseta de Ajote (Porrentruy), donde los campos de cereales ocupan un lugar importante y se aglomeran las aldeas. Al sur de la cadena de Rangiers, las mesetas de las Franches-Montagnes, más elevadas, se consagran a la cría de ganado destinado al consumo de carne, y a la de caballos. La población cuenta sólo un 17% de obreros y artesanos, y la densidad desciende a menos de 50 habitantes por Km2.