Una de las curiosidades de la ciudad suiza de Berna es la Torre del Reloj.
En la parte exterior del reloj vemos 2 grandes cuadrantes pintados sobre los muros de la torre. Uno de ellos, a media altura, es un cuadrante astronómico. A la derecha, un grupo de autómatas cobra vida cuando el reloj da las horas. Otro cuadrante en la fachada opuesta de la torre, permite ver el reloj desde el otro lado de la calle.
Folleto de la Oficina de Turismo de Berna
Se reproduce a continuación el texto del folleto de la Oficina de Turismo de la ciudad de Berna, relativo a la Torre del Reloj. (Fuente: www.bernetourism.ch)
Datos históricos
En los viejos tiempos, no había otro monumento que fuera tanto el centro de la vida bernesa como la Torre del Reloj; a la que los berneses llaman familiarmente “Zytglogge” en su “patois”. Más que cualquier otro edificio, se utilizaba como punto de referencia de distancias; es a la Torre del Reloj a la que se refieren todavía los terminales kilométricos actuales, cuando se indican las distancias a Berna. Antigamente en varas y brazas, hoy en metros y kilómetros.
La torre marcaba el límite oeste de la primera extensión de la villa que, el duque Berchtold V de Zähringen, quiso fundar en 1191. Se extendía desde la “rodilla” del río Aare hasta el foso profundo de la villa, que encontraba sobre el emplazamiento actual de la Theaterplatz y del Kornhausplatz. Los cimientos de la torre son ciertamente lo más antiguo que queda de los edificios de Berna, y se remontan al siglo XII. Esta torre, como la mayor parte de las torres antiguas de las ciudades, estaba inicialmente abierta al interior de la villa. Ese lado hacia el interior estaba hecho con marcos de madera. Los muros de cimentación tienen tres metros de espesor. En 1405 la torre ardió, al igual que el resto de la villa. Durante la reconstrucción, el lado de la villa fue igualmente cerrado por un muro de piedra. Finalmente, en 1530, se construyó este admirable reloj astronómico. Al mismo tiempo se creó el juego de autómatas que desfilan a cada hora, y que son una de las curiosidades que con más ganas se viene a ver cuando se visita Berna.
El juego de autómatas
El juego de autómatas fue construido entre 1527 y 1530 por Kaspar Brunner. Cuatro minutos antes de que suene la hora, canta el gallo a la vez que bate las alas; después, el cortejo de osos armados se pone en movimiento. Al mismo tiempo el bufón, sentado más arriba, sostiene dos campanas. A continuación del cortejo de osos, el gallo canta por segunda vez, después de que desde lo alto de la torre haya sonado la campana de cuartos y horas. Chronos gira su reloj de arena. Después, en lo alto de la torre, la gran campana que tañe una figura dorada que representa al caballero Hans von Thann, indica las horas, mientras Chronos cuenta los toques y agita su cetro; el león, a su izquierda, gira la cabeza. La representación termina con el tercer canto de gallo.
El Reloj astronómico (llamado también “astrolabio”)
El reloj astronómico es igualmente obra de Kaspar Brunner y su mecanismo reproduce el curso de los astros en el Cielo. Sobre el planisferio celeste, base del cuadrante pintado directamente sobre el muro, figuran en dorado, los trópicos, la línea del crepúsculo y del horizonte astronómico además de las horas.
Estas horas, indicadas con numeración arábiga, dividen el día en doce partes iguales, desde la salida hasta la puesta del Sol. El disco de signos zodiacales y el anillo de fechas se desplazan paralelamente al planisferio. El día de la semana aparece arriba del anillo de fechas en el interior de un pequeño puesto. Sobre la periferia del cuadrante astronómico se encuentra un anillo externo donde figuran, en números romanos, las veinticuatro horas del día. Una mano dorada, que gira en el exterior del anillo de fechas, indica la hora. El Sol está representado por la aguja de horas, y da así su posición en el zodíaco. En el lado opuesto a la mano de horas, otro Sol, en el que los radios son un poco más largos, indica el día y el mes sobre el anillo de fechas. El indicador de fases lunares reproduce su órbita en el interior del disco del zodíaco, mientras que la esfera lunar, mitad dorada mitad negra, logra su revolución girando alrededor de su propio eje. Siendo coordinado este movimiento con el indicador solar, la parte visible de la esfera, da la lunación.
Kramgasse 49
La Torre del reloj se encuentra en la calle Kramgasse. En un apartamento de esa calle, en el número 49, vivió Albert Einstein a partir de 1903. Dos años después, en 1905, publicaría la Teoría de la Relatividad Especial. Es sugerente la idea de que ese reloj pudiera haber servido de inspiración al joven físico en su concepción del espacio tiempo.
El apartamento de Kramgasse en el que vivió Einstein es desde hace años, un pequeño museo que puede visitarse. Cualquier persona interesada en la Física sentirá una sensación especial dentro de ese apartamento.
El Dr Adolf W. Meichle (1922 – 2020) escribió un interesante estudio sobre la estancia de Albert Einstein en Berna.
Einstein llegó a Berna en febrero de 1902, tras dos años buscando sin éxito un puesto de trabajo. Tenía 23 años. Pobre, lamentablemente vestido – nos cuenta el Dr Meinchle – alquiló una habitación en Gerechtigkeitsgasse 32 en la parte vieja de Berna, y buscó alumnos a los que dar clases de Matemáticas y Física. Pronto encontró un puesto de trabajo bien remunerado: técnico experto de clase III en la Oficina Federal de Patentes de Berna, con un salario anual de 3500 francos. En 1903 se casó con Mileva Marić. La boda se celebró en Berna; contó con la oposición de sus respectivas familias. En el otoño de 1903 la familia Einstein se trasladó a vivir a Kramgasse 49. A un pequeño apartamento en el segundo piso. En el nacieron su hijo Hans Albert, y la Teoría Especial de la Relatividad. Desde el salón del apartamento podía verse la calle Kramgasse; un poco más arriba se encontraba, y se encuentra, la Torre del Reloj.
El gallo símbolo de la vigilancia
Uno de los autómatas de la Torre del reloj representa un gallo. Es frecuente ver representado este ave en muchos relojes. Es un emblema de Francia. Como símbolo masónico es a la vez el signo de la vigilancia y de la venida de la Luz Iniciática.
Se le atribuyen muchas virtudes: La fiereza de su comportamiento, el coraje que muestra en los combates, la confianza en razón de la seguridad con la que anuncia el amanecer, y la bondad con la que comparte su comida con las gallinas.